La fuente de la Felicidad

12 08 2008

Alicia quería ser feliz. Así que empezó a hacer una lista de cosas que necesitaba en su vida para serlo.

Necesitaba una casa, un coche, un novio, dinero, salud, viajar a nuevos sitios, acabar satisfactoriamente su ingeniería, ser más guapa y dar el salto del teatro a la televisión.

Escribió su lista de deseos y la colgó en la pared que estaba pegada a la cama. Alicia decidió poner como titular: “Pasos restantes para ser feliz”.

A lo largo de las siguientes semanas la joven entusiasta hizo todo lo posible por conseguir alguna de sus metas, decantándose por aquellas que aparentemente estaban más a su alcance, como el coche o el novio.

Pero ningún chico le parecía el apropiado, todos tenían algún defecto, o carecían de algo que para ella era primordial. Lo mismo pasaba con los coches, ninguno le convencía del todo, excepto los que su bolsillo no se podía permitir. El teatro está muy mal pagado –pensaba-, primero debo conseguir algún trabajo en la televisión, siempre y cuando no interfiera en mis estudios.

Fue a varios castings para conseguir algún papel secundario bien pagado. Ninguno cumplía con sus expectativas, excepto uno, aquel que no podía aceptar porque coincidía con su horario universitario.

Pasaron dos meses. Alicia, frustrada, observaba tumbada desde su cama la lista con los “pasos restantes para ser feliz”, donde tan siquiera había tachado uno. La lista estaba intacta, sin cambios.

Viendo esta situación, Alicia vio que algo debía estar fallando. ¿Pero el qué?

Para evadirse, salió a dar una vuelta por el barrio. Experimentando uno de esos momentos en los cuales percibes cada detalle, cada árbol, cada niño, cada nube, cada ráfaga de viento y los sonidos que emitiese, cada pájaro… pájaro… se quedó meditabunda mirando a un pájaro que piaba eufóricamente en lo alto de una farola.

¿Por qué el pájaro es feliz si tan solo se tiene a sí mismo? –Se preguntó.

Justo cuando su mirada estaba a punto de bajar hacia el frente, una voz, como nacida de la parte más profunda de su inconsciencia comenzó a vibrar.

-Te falta una frase en esa lista, “soy feliz”.

Rápido subió a su casa, cogió su bolígrafo, atrapó el papel de un extremo, y escribió arriba del todo: “Soy feliz”. Estaba tan entusiasmada con este concepto, que pasado un minuto, tachó este mismo objetivo, aceptando haber conseguido ser feliz.

No volvió a colgar ese papel de la pared, pues su objetivo final, fue logrado. Era tan sencillo como decidir ser Feliz.

Sin embargo, pasado un mes, uno de esos días en los que decidimos hacer orden en nuestra habitación, se encontró con un montículo de papeles donde había apuntes de su carrera. En un movimiento brusco para colocarlos encima de la estantería, se cayeron todos. Uno de los papeles se posó directamente bajo el campo de visión de Alicia. Empezó a llorar de emoción, al comprobar, que era la lista de sus sueños… pero las lágrimas no se derramaban por esto, más bien fue al ver que podía coger un bolígrafo, y plácidamente, ir tachando uno por uno todos esos sueños que escribió hace tanto tiempo.

La felicidad nace de dentro, no de fuera.

La felicidad nace de dentro, no de fuera.